8 de marzo dia de la mujer…

EL AMOR …JOSE LUIS PERALES

PRECIOSA CANCION.

¡ESTO ES LO QUE QUIERO!

«Que la vida te traiga la edad, pero nunca el desencanto. Que pasen los años pero que nunca te desanimes. Sé como el río, que fluye hacia algo más grande.
Que tu corazón crezca hasta el final y que en el quepa lo que no es posible medir: el amor, los sueños y la poesía. Que el tiempo te arrugue la piel, pero nunca el alma. El alma se requiere lisa para que sea reflejo de luz.
Que te ames en el amor que das y recibes. Que la distancia nunca te impida estar cerca de los que amas y aprecias, y que las vidas de las personas que ya no están contigo sean el recuerdo de lo que te enseñaron.
No todo está escrito. Hay cosas que tienes que escribir, pero hazlas con pasión y dando lo mejor de ti.»

EL HIJO QUE CUESTA MÁS…

EL HIJO QUE CUESTA MÁS

Cuando eres mamá de un hijo, hay uno que cuesta más.

Es el que te contesta,

el que te reta,

el que te “prende”,

el que hace que leas todos los libros de ayuda, por el que tomas sesiones de terapia, por el que escuchas podcasts, videos, audios,

Vas a grupos de apoyo.

Ese es el hijo que cuesta más.

Y cuesta más porque es el que se parece más a nosotros, es el que proyecta aquello que aún no hemos visto en nosotros mismos, es el que nos recuerda lo que somos, es el que nos refleja que aún no somos la mejor versión de nosotros.

Este hijo necesita más amor y

más atención de la que te imaginas, es el que necesita más control aunque te ruegue con su actitud que necesita estar solo, es el que necesita una mamá presente porque aún no puede autocontrolarse.

Así es que aunque a veces sientas que no puedes con él, abrázalo fuerte, verás que no se moverá.

Aunque sientas que quieres explotar ante algo que te diga, voltea y dile,

“te amo como eres”,

y notarás que su semblante se relaja.

Aunque quieras gritarle que por ahí no, que ese no es el camino, para y mejor toma su mano y guíalo hacia donde tu creas más conveniente.

Aunque quieras perder la paciencia, no lo hagas porque cada acto de rebeldía es un grito desesperado de tu hijo para que lo voltees a ver, enséñale que no tiene que hacerlo de esa forma, que basta con que te diga que necesita,

dile siempre

“aquí estoy”,

“aquí sigo”,

“te escucho”,

“dime que necesitas”,

“aquí estoy siempre”.

Y aunque no sepas cómo,

da por hecho que todo saldrá bien, porque lo único que tú hijo necesita es tu presencia, tu tiempo y tu mirada.

Ese hijo que cuesta más,

es el menos fuerte y

el que te necesita más,

es el que no sabe por dónde, es el que te escogió como mamá porque sabía desde antes de nacer, que tú podrías guiar sus pasos siempre.

TE AMÉ LO SUFICIENTE…

TE AMÉ LO SUFICIENTE…

Algún día, cuando mis hijos sean lo suficientemente grandes para entender la lógica que motiva a las madres y padres, les diré:

Te amé lo suficiente, como para preguntarte dónde ibas, con quién y a qué hora regresarías a casa.

Te amé lo suficiente, cómo para insistir en que ahorrases para comprarte eso que tanto querías, aunque nosotros tus padres pudiésemos haberlo comprado.

Te amé lo suficiente, como para callarme y dejarte descubrir que tu nuevo y mejor amigo era un patán.

Te amé lo suficiente, como para «fastidiarte» e insistir en que arreglaras tu cuarto, algo que yo habría hecho en un momento.

Te amé lo suficiente, como para dejarte ver mi ira y lágrimas reconociendo no ser una madre o padre perfecto.

Te amé lo suficiente, como para dejar que asumieras la responsabilidad de tus acciones.

Pero sobre todo…. Te amé lo suficiente, como para decirte que NO cuando sabía que me ibas a odiar por ello.

Esas fueron las batallas más difíciles para mí. Pero estoy contenta de haberlas ganado ya que al final también las ganaste tú.

Algún día, cuando tus hijos sean grandes como para poder entender la lógica que motiva a los padres, tú también les dirás:

Te amé lo suficiente. — con Jose Alberto Montoya Sanchez y Jose Leon.

REFLEXION, UN DIA A LA VEZ…

DIA DE LA MADRE …

MUJER…

CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS.

CUANDO SE CIERRA LA CASA DE LOS ABUELOS.

Uno de los momentos más tristes de nuestras vidas llega cuando se cierra para siempre la puerta de la casa de los abuelos , y es que, al cerrarse esa puerta, damos por finalizados los encuentros con todos los miembros de la familia, que en ocasiones especiales cuando se juntan, enaltecen los apellidos, como si de una familia real se tratase, y llevados siempre por el amor a los abuelos, cual bandera.

Cuando cerramos la casa de los abuelos , damos por terminado las tardes de alegría con tíos, primos, nietos, sobrinos, padres, hermanos, e incluso, novios pasajeros que se enamoran del ambiente que allí se respira.

Ni siquiera hace falta salir a la calle, estar en la casa de los abuelos es lo que toda la familia necesitaba para ser feliz.

Los reencuentros en navidad que cada año que llegan piensas si será la última vez… Cuesta aceptar que esto tenga fecha límite, que algún día todo estará cubierto de polvo y las risas serán un recuerdo ido de tal vez tiempos mejores.

El año pasa mientras esperas estos momentos, y sin darnos cuenta, pasamos de ser niños abriendo regalos, a sentarnos junto a los adultos en la misma mesa, jugando desde el postre del almuerzo, hasta el cafecito de la cena, porque cuando se está en familia, el tiempo no pasa y ese café es sagrado.

Las casas de los abuelos siempre están llenas de sillas, nunca se sabe si un primo traerá a la novia, o a un amigo o al vecino, porque aquí todo el mundo es bienvenido. Siempre habrá una ollita con café, o alguien dispuesto a hacerlo.

Saludas a la gente que pasa por la puerta, aunque sean desconocidos, porque la gente de la calle de tus abuelos es tu gente, es tu pueblo.

Cerrar la casa de los abuelos, es decir adiós a los mejores momentos de la vida!

SI PUDIERA VIVIR DE NUEVO…

SI PUDIERA VIVIR DE NUEVO

Me habría quedado en la cama cuando estaba enfermo en vez de pensar que el mundo se derrumbaría si no fuera a trabajar ese día.

Hubiera encendido la vela rosa tallada en forma de flor antes de que se derritiera por estar guardada.

Habría dicho menos y escuchado más Hubiera invitado amigos a cenar aunque mi alfombra estuviera manchada o el sofá estuviera destiñada.

Hubiera comido palomitas en la sala ′′ buena ′′ y me preocupaba mucho menos la mugre cuando alguien quisiera encender la chimenea.

Habría escuchado con más atención las historias que mi padre contaba sobre su juventud.

Hubiera compartido más responsabilidades con mi marido Nunca insistiría en que las ventanas del auto fueran cerradas en un día de verano porque mi cabello estaba bien peinado.

Hubiera reído y llorado menos frente a la televisión y más mientras observaba la vida.

Me habría sentado en el pasto aunque tuviera la ropa manchada

Nunca habría comprado algo solo por ser práctico, disfrazar la suciedad o con garantía de duración de toda la vida.

En lugar de desear que pasaran pronto los nueve meses de embarazo, habría apreciado cada momento y comprendido que la maravilla que crecía dentro de mí era mi única oportunidad en la vida de ayudar a Dios a hacer un milagro.

Cuando mis hijos me besaran con fuerza, nunca diría: ′′ Después. Ahora ve a lavarte las manos para la cena «. Habría más ′′ Te amo «. Más ′′ Lo siento «.

Sin embargo, más que nada, si tuviera otra oportunidad, aprovecharía cada minuto, prestaría atención, viviría intensamente.

Deja de preocuparte por cosas insignificantes. No le des importancia a quien no le gustas, a quien tiene más, o a quien está haciendo qué. En cambio, aprecia y valora las relaciones que tienes con los que te quieren bien.